ARTÍCULOS

BICENTENARIO: LA BATALLA DE AYACUCHO, UN ACONTECIMIENTO EMBLEMÁTICO

BICENTENNIAL: THE BATTLE OF AYACUCHO, AN EMBLEMATIC EVENT

José María Vásquez Gonzales
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Perú

Puriq

Universidad Nacional Autónoma de Huanta, Perú

ISSN: 2664-4029

ISSN-e: 2707-3602

Periodicidad: Cuatrimestral

vol. 3, núm. 3, 2021

revistapuriq@unah.edu.pe

Recepción: 03 Abril 2021

Aprobación: 21 Abril 2021



DOI: https://doi.org/10.37073/puriq.3.3.221

Autor de correspondencia: josemariavasquezgonzales@hotmail.com

CITAR COMO: Vásquez Gonzales, J. M. (2021). Bicentenario: la batalla de Ayacucho, un acontecimiento emblemático. Puriq, 3(3), 301–326. https://doi.org/10.37073/puriq.3.3.221

Resumen: La Batalla de Ayacucho de 1824, es uno de los acontecimientos emblemático celebrado por todo el Perú. Nos hemos interesado en el tema, ya que ha sido muy “manoseado”, pero en forma negativa, afirmando que no hubo batalla el 9 de diciembre de 1824, porque sí lo hubo ¿Dónde fueron enterrados los soldados muertos de dicha batalla de 1824?, se preguntan aquellos que la niegan. Afirmamos categóricamente que la Batalla de Ayacucho si se realizó y los soldados muertos fueron enterrados en los templos cristianos tanto del pueblo de Quinua como en los de la ciudad de Ayacucho. Por otro lado, confirmamos que el jueves 9 de diciembre de 1824, no fue un simulacro, sino que se realizó una gran batalla en la histórica Pampa de Ayacucho, donde venció el Ejercitó Unido Libertador. Por este hecho Ayacucho, es considerado CUNA DE LA LIBERTAD AMERICANA.

Palabras clave: Batalla, emblemático, pampa, acontecimiento, histórico.

Abstract: Ayacucho's battle of 1824, one is of the emblematic events celebrated by all the Peru. We have been interested in the theme, since it has been very well-thumbed, but in negative form, affirming that there was no battle the December 9, 1824, because it is so Dónde had it soldiers were buried dead do you battle of 1824 of happiness? Those that deny her ask themselves . We affirmed categorically that Ayacucho's battle if it came true and the dead soldiers were buried at the Christian temples so much of Quinua's town like in give them Ayacucho's city. In addition, we confirmed than the day Thursday December 9, 1824, a simulacrum was nothing but that a great battle at Ayacucho's historic Pampa, where the Ejercitó Joined Liberating expired came true. For this fact Ayacucho, it is considered THE AMERICAN FREEDOM'S CRADLE.

Keywords: Battle, emblematic, pampa, event, historic.

INTRODUCCIÓN

El Bicentenario de la Batalla de Ayacucho, hoy día se aúna a las diversas celebraciones que se han dado en otros países de nuestra Latinoamérica, como: Bolivia, Ecuador, Venezuela, Argentina, Colombia etc convirtiéndose en un ritual o mejor dicho, en una liturgia del poder, donde se recordará a los Vencedores de dicha gesta, a la histórica Pampa de Ayacucho, a sus diversos monumentos a la Libertad; pero también se recordará su Bicentenario (1924) y Sesquicentenario (1974), donde se rememorará una secuencia de recuerdos de ese pasado “vivo” en la memoria colectiva del poblador peruano y ayacuchano. En ese sentido, la Batalla de Ayacucho de 1824, se convertirá en un hecho emblemático para toda Sudamérica.

La Batalla de Ayacucho, como hecho emblemático, se enmarca en los acontecimientos más universales que se han dado en la historia mundial. Hoy que estamos en víspera de su Bicentenario (1824-2024) se ha necesario y obligatorio, dar a conocer a nuestra sociedad sobre su importancia y trascendencia.

Nuestra finalidad, es despejar las dudas que aún existen entre los ayacuchanos-sobre todo estudiantes y docentes-sobre dicha batalla, tan significativa para todo el Perú y América, que desea conocer no sólo los pormenores de los hechos ocurridos el 9 de diciembre de 1824, sino también saber si realmente fue una batalla o un simulacro; por esa razón hemos investigado sobre dicho hecho histórico, donde dos fuerzas militares se enfrentaron, un jueves 9 de diciembre de 1824, en la histórica Pampa de Ayacucho.

Nos hemos interesado en el tema, ya que ha sido muy “manoseado”, pero en forma negativa, afirmando que no hubo batalla el 9 de diciembre de 1824, porque sí lo hubo ¿Dónde fueron enterrados los soldados muertos de dicha batalla de 1824?, se preguntan aquellos que la niegan. Lamentablemente son estos aficionados a la historia que lanzaron dicha pregunta, creando dudas entre los peruanos y lo más lamentable de algunos ayacuchanos, que sigue dudando de este hecho histórico, que ahora se conocer a nivel mundial; esto pudo ser porque leyeron a Salvador de Madariaga, quien lanzó una hipótesis, planteando que la batalla no se realizó y sólo fue un pacto o un simulacro de batalla o la de César Limaco que hace lo mismo, negar la batalla, sólo porque había leído a Madariaga, sin hacer una análisis de sus frases escritas o ir a las fuentes documentales; lo justificamos porque era un poeta y no un historiador profesional; quien seguramente, tomó a pie puntilla lo manifestado por Madariaga, por lo que Limaco, se pregunta ¿y los huesos de los soldados muertos del 9 de diciembre donde se encuentran?

Por otro lado, son estos aficionados a la historia, mal intencionados que han generado dudas en la mayoría de la población ayacuchana-que es lo más lamentable-quienes les creen; porque cuando nosotros vamos a un colegio secundario, instituto o en las propias universidades-pública y privada- a desarrollar una clase o pronunciar una charla sobre la batalla de Ayacucho, siempre se encuentra con esta pregunta: Dicen, profesor, que la Batalla de Ayacucho no se ha realizado, porque si no ¿Dónde están enterrados los soldados muertos de la batalla, profesor? Y uno les pregunta a esos jóvenes ¿Quién les ha dicho a ustedes jóvenes estudiantes esto? ¿Por qué afirman así? La respuesta es muy rápida ¿Mi profesor de historia y geografía, así nos a confirmado? ¿El docente de la universidad, así nos ha dicho, que no hubo batalla sino fue un simulacro? Y nosotros que cada vez que enseñamos la asignatura de historia regional de Ayacucho o damos una charlas sobre la batalla de 1824, debemos aclarar las preguntas arriba mencionadas; y muchas veces lo hacemos llevando los documentos probatorios sobre dicho acontecimiento y en algunos casos, los llevamos a los estudiantes a la misma pampa de Ayacucho, cerca al pueblo de Quinua, dándoles versiones tanto de los patriotas y realistas-españoles-que fueron protagonistas de dicho acontecimiento, quienes escribieron sus memorias de los hechos del 9 de diciembre, y les explicó detalladamente sobre los hechos sucedidos el día 9 de diciembre de 1824; y cuando estos jóvenes escuchan, observan los documentos y los leen-libros y memorias-recién dicen ¡estuve equivocado! ¡Bueno ahora sé que la batalla sí se realizó! Y les sugiero que lo difunda en sus periódicos murales o publicarlos en sus revistas escolares o universitarias, como lo hacemos nosotros a través de la prensa local.

Solo 4 años (2021-2024), nos separan de la gran fiesta emblemática, en la que todos estamos llamados a celebrar nuestro BICENTENARIO (1824-2024), sea la oportunidad para que se cumplan los anhelos de muchas generaciones de ayacuchanos, que siente que el Estado peruano debe contribuir con mayor presupuesto y con convenios internacionales, para que las obras visibles-carreteras, escuelas, puentes, remodelación de plazas, avenidas y calles; etc- y no visibles-turismo, educación, cultura, etc- sean cumplidos a cabalidad. Y no tengamos que esperar 100 o 200 años más, para ver realizada los sueños de todo un pueblo heroico que se ve reflejado en la HISTÓRICA BATALLA DE AYACUCHO DE 1824.

La Batalla de Ayacucho, como acontecimiento emblemático

“Conmemoraciones contemporáneas transformadas de ahora en adelante en "lugares de memoria" Pierre No

Cuando iniciamos el estudio de la Batalla de Ayacucho de 1824, nos trasladamos a las referencias del pasado para comprender nuestro presente, y en ese sentido, las referencias a este acontecimiento son: estatuas, fiestas, monumentos, nombre de calles, etc; por lo tanto, el recuerdo de la Batalla de Ayacucho está presente en la dinámica social, porque los seres humanos no podemos vivir sin memoria y la manera de recordar, es justamente esto, en que el historiador recupera, reconstruye, rescribe este acontecimiento histórico, el cual se vuelve con el tiempo en un hecho emblemático. Porque la Batalla de Ayacucho, como mito fundacional, se trasmite a través de discursos e imposiciones de coronas de flores a los Vencedores de Ayacucho. Como dice Pierre Nora (2008: 168) “el Bicentenario no necesita exhibir sus títulos para representar la conmemoración”. Así, la dinámica misma de la conmemoración es la que se invirtió, el modelo memorial se impuso sobre el modelo histórico y, con él, un uso totalmente diferente del pasado (Nora: 176). En ese sentido, los discursos sobre la Batalla de Ayacucho es una metamorfosis a lo largo de su historia, pero a la vez es un acontecimiento emblemático mundial.

La batalla de Ayacucho es un hecho emblemático, por la siguiente razón:

1. Es un hecho que se celebra en una fecha determinada, el 9 de diciembre de cada año; es un acontecimiento que exige comentarios, explicación y una reinterpretación de lo que sucedió en dicho suceso histórico. Se convierte en un espacio para forjar y compartir recuerdos y hacer memoria en los actos públicos desarrollados o a desarrollarse.

2. Nos hace recordar al monumento histórico y el espacio físico donde se llevó a cabo dicha Batalla. En este caso, la histórica Pampa de Ayacucho-NO pampa de Quinua, Quinua es el pueblo-, convertida en la actualidad en Santuario Histórico Nacional, por Resolución Suprema N° 709-73-ED de fecha 23 febrero de 1973 y reafirmada con el DS N° 119-80-AA del 14 de agosto de 1980. El Obelisco, es uno de sus atractivos histórico y turístico que fue inaugurado en el año de 1974, en la celebración del Sesquicentenario de dicha batalla. En ese sentido, son tanto la Pampa de Ayacucho como el mismo Obelisco son emblemáticos porque son lugares y restos directamente ligados al pasado que lograr proyectar una vinculación casi “sagrada” con la memoria colectiva de la población.

En consecuencia, la “memoria emblemática es una forma de organizar las memorias concretas (…) dando un sentido interpretativo y un criterio de selección a las memorias personales, vividas y medio-sueltas (…) la memoria emblemática se va incorporando y dando sentido y organizando varias memorias, articulándolas…va definiendo cuales son las memorias sueltas que hay que recordar (Stern, Steve: 3-4) En el presente nuestro recordar se basa en lo que leemos: libros, artículos, periódicos, documentos o lo que escuchamos en la radio, la televisión y vemos en la internet, etc es decir, hacemos memoria sobre la Batalla de Ayacucho, porque son los historiadores quienes escriben en estos medios de comunicación o dan entrevista o publican libros o dan charlas, sobre dicho acontecimiento emblemático; por lo tanto, la Batalla de Ayacucho se convierte así en un hecho emblemático por excelencia.

¿Hubo o no la histórica batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824 o simplemente fue un simulacro de batalla?

Dentro de la historia regional de Ayacucho, los estudios sobre la Batalla de Ayacucho han sido muchos, todos ellos con diferentes interpretaciones y comentarios. Unos muy narrativos, otros más interpretativos, pero todos con un solo fin...dar a conocer sí hubo o no la Batalla de Ayacucho de 1824. En la actualidad, el tema ha sido mal interpretado, analizado, criticado por diversos intelectuales y aficionados a la historia. Por lo tanto, la única manera de dar a conocer los procesos históricos, tal como se dieron es a través de las fuentes documentales e históricas, que aún se encuentran en los repositorios: los Archivos Históricos.

Desde hace una tres década o algo más, se viene manifestando que la Histórica Batalla de Ayacucho de 1824, no se ha llevado a cabo; y, que es un invento de algunos historiadores “tradicionales”, que tienen un discurso oficialista, retorico, narrativo, etc por lo tanto son ellos los difusores - junto con el Estado- para la creación de un nacionalismo, que tiene por objetivo llenar las “mentes” de los peruanos y sobre todo de los ayacuchanos, de acontecimientos que nunca se llevaron a cabo; y que su única finalidad es crear un falso patriotismo, de amor a la patria, a héroes “falsos” que debemos de homenajear cada año como son: Sucre, La Mar, Miller, Córdova, etc. Además, eran estos historiadores “tradicionales”, los que deseaban y aún desean crear entre los peruanos y básicamente entre los ayacuchanos un “falso” patriotismo, que se va a reflejar en los diversos monumentos escultóricos conmemorativos colocados en los diversos lugares de la ciudad de Ayacucho, como son la plaza mayor, plazuelas y parques o avenidas principales, para que el ciudadano de Ayacucho pueda observarlos y desde esa mirada crear dicho falso patriotismo a héroes que jamás pelearon por nuestra patria sino que tuvieron intereses particulares de ansias de poder y así conquistar sus propios ideales; por eso es que estos historiadores desean que a través de dichos monumentos que se colocaron durante el Centenario de la Batalla de Ayacucho y del Sesquicentenario, son reflejó de los deseos del Estado y de estos historiadores tradicionales, que desean que dichos personajes sean “paradigmas” de ese nacionalismo que todo peruano debe profesar. Nacionalismo, que tiene por objetivo llenar las “mentes” de los peruanos y sobre todo de los ayacuchanos, de acontecimientos que nunca se llevaron a cabo y que su única finalidad es crear ese falso nacionalismo, de amor a la patria a sus héroes (Bolívar, Sucre, La Mar, Miller, Córdoba, Lara, Gamarra, Santa Cruz, etc).

Lógicamente que desde está visión tan negativa y escéptica de ver los acontecimiento y sobre todo de manifestarlos a través de artículos o comentarios por la radio o televisión local, o lo más sorprendente en las aulas universitarias o de instituto; la población ayacuchana también tendrá dudas de dicho acontecimiento histórico ocurrido en nuestra región, porque vienen de “personalidades honorables” o de “maestros” de colegios o de “intelectuales” reconocidos a nivel de nuestro departamento; pero, que lamentablemente, muchos de ellos no han realizado ninguna investigación sobre el tema en cuestión.

Lo más triste de todo esto comentarios negativos, es cuando son los propios “maestros de colegios” secundarios, institutos y hasta de las propias universidades-pública y privadas- que afirman a sus estudiantes preguntándoles: jóvenes, ¿Sí hubo batalla el 9 de diciembre de 1824, ¿dónde están los huesos de los soldados muertos en dicha jornada? ¿Y sí hubo batalla dónde fueron enterrados? ¿Qué la batalla de Ayacucho fue sólo un simulacro pactado con anticipación? ¿Qué la Pampa donde se llevó a cabo la supuesta batalla se llama Quinua y no Ayacucho, porque así la “tradición” lo demuestra?, en fin una serie de preguntas más que sería “aburrido” seguir escribiéndolas; Son estas interrogantes que muchos docentes aún proponen a sus estudiantes en las aulas escolares y en muchos casos lo afirman manifestando que sólo fue un simulacro y que los huesos de dichos soldados nunca existieron; lamentablemente, cuando a dichos docentes se les pide que demuestre con documentos o fuentes históricas, lo único que hacen es “amargarse”, “renegar”, o “disimularse” o responder: bueno profesor, así también me lo han contado; la verdad que un docente de la Universidad nos lo ha confirmado; en fin, un sinnúmero de respuestas, pero ninguno muestra las pruebas o testimonio de la negación de la batalla, y cuando un estudiantes les pide a dichos maestros que le demuestren las pruebas, lo único que hacen es callar al alumno con respuestas inconclusas; por lo tanto, sí estos “maestros” siguen con ese discurso de negación de nuestra batalla de Ayacucho, por lógica también nuestros estudiantes tendrá la duda y no hay que culparlos, ya que ellos reciben la información de un profesional que se supone es un “gran” docente, con especialización en la rama de las Ciencias Sociales y sobre todo de la historia y geografía, entonces, el alumno dirá: porque dudar de mis maestros.

Todo esto manifestado, realmente ha colmado la paciencia de muchos historiadores de la UNSCH, que sí realizan investigación histórica; por lo tanto, es nuestra obligación aclara dichos errores que encierran estos “discursos” que circulan por las aulas escolares y universitarias; que muchas veces son lanzados con “mala” intención y que sólo se basan en lecturas superficiales-textos escolares- sobre dicho acontecimiento en estudio; por eso, se oye decir a muchos jóvenes estudiantes ¡No hubo batalla de Ayacucho! ¡Sólo fue un simulacro que hicieron patriotas y realistas! ¿Entonces, sí hubo batalla donde están enterrados los huesos de los soldados caídos el 9 diciembre de 1824? Y una infinidad de interrogantes. Y al preguntarles a esos estudiantes, porque manifiestas esto y lo afirman, ellos responden: ¡A mí me lo ha confirmado mi profesor de historia! ¡Me lo han contado así! ¡Bueno, el profesor me lo ha asegurado que no hubo la batalla y sí es de la universidad, debe ser cierto!; en conclusión, casi todos creen que no hubo Batalla de Ayacucho en 1824 y que sólo fue un simulacro; pero casi nadie les ha pedido a dichos maestros pruebas sobre dicho hecho histórico.

Sí esto parte desde los maestros del nivel secundario y de algunos docentes universitarios en Ayacucho, entonces algo anda mal, o están en lo cierto o están mal informados o nunca han realizado investigaciones sobre el tema. Pero ¿Dónde está la madre del cordero?, para que, en algún momento de la historia de Ayacucho, la mayoría de los profesores y ciudadanos en común, se pregunten ¿Dónde están los muertos de la Batalla de Ayacucho? ¿Dónde fueron enterrados? ¿Acaso en algún Cementerio de Ayacucho?

Todo se inició cuando el historiador Salvador de Madariaga, realiza la biografía del Libertador Simón Bolívar donde, a propósito de la Batalla de Ayacucho. LANZA SU TEMERARIA HIPÓTESIS: “Según ésta, en Ayacucho NO SE HABRÍA EFECTUADO UNA BATALLA SINO UNA COMEDIA O SIMULACRO DE BATALLA. Se basa en hechos como los siguientes: que, antes de la acción, se dio permiso para fraternizar a los parientes consanguíneos que los azares de la guerra ponían frente a frente en dos ejércitos; que el general español Monet y el general patriota Córdoba también conferenciaron antes de romper fuegos; que precisamente, la división al mando de Monet cedió en lo más reñido del combate; que un ejército “superior” en número, instrucción y disciplina se dio por derrotado en menos de dos horas; que el Virrey se puso a bregar como un soldado cualquiera, y cayó prisionero; que Canterac cometió errores gravísimos, etc

En resumidas cuentas, cree el ingenioso Madariaga que Córdoba y Monet negociaron la Capitulación antes, lo que explica de paso, según Madariaga, los términos generosos que en Ayacucho los vencedores acordaron a los vencidos. Sí hubo una Capitulación antes de la batalla, resulta inexplicable por qué se libró ésta. Resultan inexplicables los muertos y los heridos de ambos bandos. La elocuencia de Bolívar se eleva a la altura de los vencedores de Ayacucho en la proclama que fecha en Lima, el 25 de diciembre de 1824: Soldados; habéis dado Libertad a la América Meridional, y una cuarta parte del mundo es el monumento de vuestra gloria. ¿Dónde no habéis vencido? La América del Sur está cubierta de los trofeos de nuestro valor; pero AYACUCHO SEMEJANTE AL CHIMBORAZO (Es una de las cimas más altas de los Andes del Ecuador, antiguo volcán. Su altura es de 6,272 metros), LEVANTA SU CABEZA ERGUIDA SOBRE TODOS” (Chirinos, s/a, 52-57).

Como se puede observar Salvador Madariaga lanza su temeraria hipótesis como muchos lo han hecho durante años, pero lamentablemente no la han podido demostrar con documentos y testimonios; por lo tanto, queda en eso “hipótesis”, en un “supuesto”, “en una tentativa” que no fue comprobada desde su aparición en 1951 en que apareció la obra de Madariaga y que algunos lo han tomado como si fuera cierto.

Lo que sí hay que rescatar es la intención de proponer algunos hechos ocurridos el 9 de diciembre de 1824 que en su hipótesis lanza; pero gracias a él, hemos podido nosotros profundizar el tema, ya que si no nos quedábamos en la duda y seguramente hasta el día de hoy (2021) estarían preguntándonos lo mismo. Pero ahora tenemos la certeza de que la batalla de Ayacucho sí se realizó y no fue un simulacro, en primer lugar. En segundo lugar, sobre la despedida de los parientes que el mismo escribe; claro que se dio como lo han relatado sus protagonistas: Manuel Antonio López, por ejemplo, general que describe detalladamente la batalla y que ustedes han podido leer líneas arriba, y un sinnúmero de historiadores que lo describen así, como Jorge Basadre, Rubén Vargas Ugarte, etc. En tercer lugar, sobre que Monet y Córdoba conferenciaron, es cierto, lo dice Andrés García Camba (realista) y López, Miller, Sucre, Cortegana (patriotas); Cuarto, que Canterac, cometió errores durante la batalla, eso lo aclara el mismo teniente español Manuel de La Haza, tomando la referencia de Rey de Castro que manifestó que hubo descoordinaciones y que él fue testigo presencial; por lo tanto, esto queda comprobado.

El año de 1974, se realizó el “II Simposium Nacional de Historia de la Independencia”, donde participaron reconocidos intelectuales, como: Javier Tord, Manuel Burga, Alberto Flores Galindo, Luis Millones, Wilfredo Kapsoli, Pablo Macera, Miguel Marticorena, Virgilio Galdo, Juan José Vega, Virgilio Roel, Lorenzo Huertas, Guillermo Durand, Gustavo Vergara, José del Carpio, Augusto Tamayo y César Límaco, este último presentó un artículo titulado “La Capitulación de Ayacucho” donde propone y manifiesta lo siguiente: “Dado que José Antonio López, militar venezolano que estuvo en las campañas de la Independencia, que verdaderamente no se realizó la batalla en la pampa de la Quinua, sino que fue una Capitulación”.

Sobre esto podemos aclarar que su nombre no es José Antonio López sino Manuel Antonio López y tampoco es venezolano sino colombiano, porque así lo hemos aclarado en su versión de este general López sobre la batalla del nueve de diciembre y además que el libro que dice Limaco no se tituló “La Capitulación de Ayacucho” sino es “Recuerdos históricos de la guerra de la Independencia. Colombia y el Perú. 1819-1826” y escrita en Bogotá-Colombia en el año de 1878, publicada en Madrid, en la editorial América; entonces, se ve muy claramente que Limaco no había leído el libro original de López y se dejó llevar simplemente por alguna lectura que tuvo en la mano o seguramente por lo de Madariaga, que no niega la batalla sino simplemente lanza una hipótesis. Por lo tanto, queda zanjado esto de que el General Manuel Antonio López-como se lee en su versión de los hechos del 9 de diciembre en este libro-que nunca negó la batalla de Ayacucho de 1824.

Limaco, además agrega: “La Capitulación no se firmó en la pampa de Quinua-sobre un tambor-tal como afirma algunos equivocados historiadores, sino en la ciudad de Ayacucho, el 10 de diciembre de 1824, y en la casa de la actual familia Ishikawa. En el pueblo de Quinua, tienda que ocupa el Consejo provincial, el 9 de diciembre de 1824, se firmó sólo la rendición que fue encargada a un militar apellidado Medina, quién fue capturado en Huanta por unos realistas y después de arrebatarle el documento lo asesinaron (Limaco, 1975:159-160). Como podemos observar Limaco que sólo es un poeta, ni siquiera periodista, mucho menos historiador, coge y recopila lo que-según él cree- de José López-hasta en su nombre y nacionalidad se equivoca-ha manifestado en su pequeña obra intitulada “La Batalla de Ayacucho”, pero que nunca lo demuestra a través de fuentes inéditas Limaco; además, él mismo se contradice cuando agrega: “es cierto que hubo un choque sin muertos ni heridos... (Ibídem). Entonces está afirmando que hubo una batalla. Luego se pregunta: “...O sino ¿Dónde estaban o están los huesos de los soldados difuntos? Y si hicieron el simulacro de una batalla era por tradición y dignidad personal de luchar y rendirse luego. En Ayacucho, no triunfaron los patriotas, ni fueron derrotados los realistas. En Ayacucho, triunfó el espíritu de la raza... Se halla realizado o no la batalla de Ayacucho; Ayacucho es el símbolo de la libertad y es altar de la libertad sudamericana (…) (Ibídem) Él mismo afirma que hubo un choque entre patriotas y realistas; pero, lo único que hace es menciona lo manifestado por Madariaga. Es así, como se inició la duda y discusión sobre sí hubo o no la Batalla de Ayacucho en la histórica Pampa de Ayacucho y no Quinua.

Tanto la versión de Salvador de Madariaga y la de César Limaco, crearon las dudas de muchos intelectuales desde 1974, quienes se comenzaron a preguntar ¿Hubo o no la Batalla de Ayacucho de 1824? ¿O simplemente fue un simulacro? Por qué sino ¿Dónde están los huesos de los soldados muertos de dicha batalla? Y esto fue repetido por muchos ciudadanos, autoridades y lo más triste por docentes universitarios y de colegios que comenzaron desde ese momento a dudar de este acontecimiento histórico; que por lógica “crearon dudas” en casi toda la población ayacuchana, sobre todo en los más jóvenes que hasta el día de hoy (2021) siguen dudando de la batalla de Ayacucho y aún siguen preguntándose ¿Hubo o no la Batalla de Ayacucho? Pero sí uno vuelve a releer la hipótesis de Salvador de Madariaga verá que nunca el autor habla de huesos o cadáveres, esto es una pregunta que el mismo Limaco se hace y que hizo dudar a muchos; pero ahora es momento de aclarar mejor las cosas, para no seguir tergiversando nuestra historia heroica de la Batalla de Ayacucho. Nosotros CONFIRMAMOS QUE SÍ HUBO BATALLA DE AYACUCHO, pero para que no existan dudas sobre dicho acontecimiento, veamos algunos autores peruanos, españoles, colombianos y ayacuchanos distinguidos que han escrito sobre el 9 de diciembre de 1824:

El General José María Córdoba en una carta enviada a su amigo Sínforoso García, del 18 de diciembre de 1824, escribía: “Mi querido amigo: Tenía escrita de la pampa, es decir, lo ocurrido hasta poco antes de la batalla, para tener el gusto, de mandar copias a mis amigos, pero casi todos los equipajes se perdieron, robados por la canalla que había sublevado al enemigo y nada tengo ahora más que mucha satisfacción, mucho gusto, mucho contento, por haber tenido alguna parte en el importantísimo triunfo del Ejército en Ayacucho el día 9 de diciembre. (Ayacucho en lengua de los indios dice Rincón de muertos…)! Sí usted supiera cuán importante nos ha sido esta batalla! ¡A qué tiempo nos la presentaron! Sí se pasa un mes se pierde el Perú tal vez para siempre, y Colombia se iba a encontrar envuelta en una nueva guerra y tardaría por muchos años el reconocimiento de la Independencia. El enemigo reunió el mes antepasado todas sus fuerzas en el Cuzco, y se hizo fuerte de catorce mil hombres; nosotros no teníamos más de ocho mil, y con órdenes del Libertador para no comprometer un combate; no creíamos que el enemigo se moviera del Cuzco, hasta mayo del año que viene, pero nosotros, mientras entraba el invierno amenazábamos atacarlo, cuando de repente nos sorprende con su marcha de frente y cumpliendo con las órdenes del Libertador, nos retirábamos a paso de trote perdiendo jefes y oficiales comisionados, tropa enferma y al pasar una quebrada nos cortan tan militarmente, que sí no hubieran sido tan cobardes, nos hacen pedazos; yo estaba desesperado, animaba al General en Jefe, cuando me consultaba, al combate, le aseguraba el triunfo, pero el General en jefe, manejándose con tino muy exacto, logró últimamente hacerlos mover en peligro, y ellos se vieron obligados a combatir. Estos demonios habían minado el país, y la canalla por todas partes nos había cortado la comunicación con el Libertador (…) así en que en ochenta leguas de retirada habíamos perdido más de mil quinientos hombres; (…) El día 9 al amanecer que bajaban sus columnas a la pampa que nosotros ocupábamos al extremo. Se anunció el combate por una guerrilla nuestra que impedía establecer una batería de seis piezas de artillería, y yo marché a la francesa con seis columnas, cuatro de infantería y dos de caballería; digo a la francesa, porque hice llevar armas a discreción hasta medio tiro de pistola. Todo fue romper los fuegos, y rechazar dos columnas de caballería y hacer pedazos, con dos mil hombres, a más de cinco mil que tenía a mi frente, mientras que la División del Perú, al mando del señor General La Mar, y algunos batallones de reserva, batieron completamente la derecha enemiga, que tendría más de cuatro mil hombres. En este triunfo hemos tomado prisioneros: 16 generales, 16 coroneles, más de 500 oficiales y más de 3,000 prisioneros; hemos libertado al Perú, hemos hecho lo que había que hacer de más grande en el universo. Yo soy su verdadero amigo. J. M. Córdova (Rev. Informativo, p. 50).

Esta es la versión del patriota quien también fue protagonista del triunfo de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, quien relata algunos pasajes de lo que pudo observar, y justifica a su amigo en la carta, que como se robaron su equipaje no pudo recuperar las anotaciones que ya tenía; pero como la batalla había sido recién hace unos 11 días, aún su memoria era fresca sobre los acontecimiento de la batalla, por eso se animó a escribir algunas líneas que demuestran que sí se dio la batalla de Ayacucho y no fue un simulacro, como Limaco lo asegura o Madariaga.

El General realista Andrés García Camba, protagonista de la Batalla del 9 de diciembre de 1824, nos informa: “…como a la una de la tarde el resto del ejército real que no había sido muerto, herido o prisionero huían en todas direcciones. Habiéndose perdido la batalla. El General GarcíaCamba, introduce en su libro la siguiente carta: secretario general. Cuartel General de Huanta a 27 de agosto de 1824: Al señor ministro general de los negocios del Perú, doctor José Sánchez Carrión. - Señor Ministro: Desde el suceso del 6 en Junín, los enemigos han continuado su retirada sin para en ninguna parte. A esta fecha han perdido seis provincias y más de la mitad de su fuerza (…) Hasta el día se tomado muchas cargas de efectos militares. El ejército libertador se aumenta diariamente con los desertores del enemigo (…) Muy atento Tomás Heres, secretario” (García, 1846, p. 233-237). Insertamos dicha carta para conocer como los desertores del ejército realista se pasaban al Ejército Unido Libertador, lo que confirma que hubo una gran desmoralización por parte de los soldados españoles después de la derrota de la batalla de Junín y que favoreció al bando independiente.

Carlos Wiesse, escribe: “El 9 de diciembre de 1824, el choque fue sangriento, los patriotas rechazaron a los contrarios y los persiguieron hasta las alturas, poniéndolos en derrota, el Virrey La Serna, refugiado en el Condurcunca firmó una capitulación, en el cual él y su tropa quedaban como prisioneros de guerra. Después partió a España, con los jefes y oficiales que lo deseaban” (Wiese, 1914, p. 195-196) Como se puede apreciar, estos autores no niegan la batalla de Ayacucho; y estamos hablando de memorias y libros escritos después de 22 años de la Batalla de Ayacucho.

Jorge Basadre, manifiesta: “El ejército recibió la denominación de Libertador del Perú. Se concedió también a cada vencedor en esta batalla una medalla. Todos los combatientes inválidos en esta batalla debían ser preferidos para los empleos civiles. Los deudos de los jefes y oficiales muertos en Ayacucho, esto es, los padres, esposas e hijos, gozaban del sueldo íntegro del empleo en que servían al tiempo de su fallecimiento sus hijos, esposos y padres” (Basadre, 1968, p. 110-112).

El R. Padre Guillermo Salas Andosilla, dice: “El jueves 9 de diciembre, amaneció (…) A eso de las 9: 25 am se presentó en el campo patriota el general Monet marcial e impecablemente uniformado con todas sus condecoraciones, pidiendo parlamentar. Fue recibido por el general Córdoba al que manifiesto de parte del Virrey, que existiendo parientes y amigos en ambos ejércitos beligerantes se les permitiera a éstos despedirse antes de romperse las crismas. Consultado Sucre se avino en ella. Salieron sin armas de ambos beligerantes unos sesenta hombres que ávidamente se buscaron entre sí arrojándose los unos en los brazos de los otros, en los más tiernos y afectuosos brazos de despedida, que para muchos serían hasta la eternidad (…) Como a las diez de la mañana, el general Monet se presentó nuevamente para manifestar al general Córdoba de porte del Virrey que se iba a comenzar la batalla, a lo que contestó Canterac ¡Vamos! (…) Canterac, Valdés, Monet, Villalobos, al no ser obedecidos por unos mil soldados que los habían seguido en la derrota (…) Canterac (…) con un pañuelo blanco en la punta de su sable en alto, bajó de la cumbre del Condorcunca y pidió a La Mar, con el que había encontrado una Capitulación” (Salas, 1974, p. 6-9). Como se puede apreciar hasta aquí ninguno de los mencionados niegan la batalla.

Hace aproximadamente dos décadas-cuando fui estudiante la de UNSCH-dos catedráticos de Ciencias Sociales, comentaban por los pasadizos del antiguo local “Garcilaso” (tercer piso) que el historiador Jaime Urrutia y el arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras, habían manifestado que la batalla de Ayacucho no se había realizado; fue así que comenzamos a dudar de dicho acontecimiento histórico y a preguntarse ¿Sí hubo batalla dónde estaban enterrados los soldados muertos de la batalla de 1824?, lamentablemente, estos comentarios “negativos” de dichos docentes sobre el 9 de diciembre hizo que muchos de nosotros-como estudiantes de aquel entonces-también “dudemos” y lo creyéramos, además que dudar, sí venía de “catedráticos” con alta experiencia en su materia; desde esos años hacia adelante, seguimos escuchando la versión “negativa” que hizo dudar a muchas generaciones de universitarios, escolares y hasta de los mismos catedráticos de la UNSCH; este fue el motivo por el que me preocupe a investigar este delicado tema sobre la batalla de Ayacucho. Hoy podemos confirmar que eso “discursos” mal intencionados no eran cierto. A continuación, insertamos ambos discursos de estos dos reconocidos intelectuales, para que no se sigan manchando sus nombres y sigan manifestando lo que ellos no dijeron.

El historiador Jaime Urrutia, nos informa: …La primera lección de la victoria de Ayacucho: juntos, sin desconocerse, pelearon cholos, negros, blancos, de todos los matices y formas; artesanos, campesinos militares de carrera, estaban allí, en Quinua; eran todos militantes de la LIBERTAD y enemigos de los imperios. Por eso la segunda lección de la victoria del 9 de diciembre se puede sintetizar en una estrofa de la canción: “no queremos que nos manden la reina ni el rey/ somos libres y tenemos patria por ver”. La tercera lección de la batalla la quisiéramos convertir en un homenaje a quienes sin saber leer ni escribir sin tener recuerdos para sobrevivir, se jugaron enteros por la independencia del país (…) En síntesis, la lucha de toda América Latina, lucha antiimperialista, lucha con participación de los sectores marginados de nuestra sociedad, todo eso está allí, en los campos de Ayacucho (…) junto con La Mar, Auqui, Gamarra, Ccalamaqui y Córdoba, que es posible un futuro mejor, que la voluntad y conciencia de los pueblos son capaces de cambiar el curso de la historia, como NOS ENSEÑARON TODOS LOS PARTICIPANTES EN LA BATALLA DE LA PAMPA DE AYACUCHO” (Urrutia, 1987, pp. 7-11).

De igual forma, el Doctor Luís Guillermo Lumbreras en su discurso pronunciado con el título “La Batalla de Ayacucho, historia y trascendencia”, en el salón de actos de la Municipalidad de Huamanga, dado el 9 de diciembre del 2002, señaló: “En la histórica Batalla de Ayacucho hubo un enfrentamiento de patriotas contra patriotas, ya sea integrando las filas del ejército nacional o el ejército realista (…) a lo largo de los pueblos que transitaban, tanto el ejército realista, como el patriota, realizaban LEVAS en las diferentes comunidades campesinas (…)Así poco a poco iban enrolando a centenares de jóvenes a sus ejércitos, quienes luego de recibir una corta capacitación en el manejo de las armas y de las estrategias de guerra, eran obligados a defender la Corona Real (en el caso de aquellos que habían llegado a integrar el ejército realista). Así en el ejército realista, aquellos que verdaderamente defendían los intereses reales, simplemente eran los mandos, porque la mayor cantidad de integrantes de la tropa, eran patriotas, por eso resistían sin dificultades los desplazamientos largos, lo que no sucedía con los soldados españoles. (…) antes del inicio de la Batalla HUBO UNA PETICIÓN DE LOS REPRESENTANTES DE AMBOS EJÉRCITOS, PARA QUE ALGUNOS SOLDADOS SE DESPIDAN DE SUS FAMILIARES, porque por paradoja los hijos de una misma familia integraban ejércitos en contienda. Luego en el campo de batalla triunfó el ejército patriota, al mando de Antonio José de Sucre, logrando capturar y mantener como rehenes a un grupo de sobrevivientes del ejército realista, entre éstos al Virrey La Serna (Lumbreras, 2002, pp. 4-9)

Como se aprecia ninguno de los dos intelectuales niegan la batalla, lo que hace el Dr. Lumbreras es aclarar algunos hechos que se deben tener en cuenta en las investigaciones que se realizan; es decir, no dejar de lado en que ambos ejércitos hubo familiares por lo tanto el choque fue más entre peruanos que entre patriotas y realistas; pero en ningún momento niega el acontecimiento ni mucho menos habla de un simulacro. Entonces, está aclarado este asunto; por lo que pedimos a los negadores de nuestra batalla que no sigan diciendo lo que ellos nunca manifestaron, por el bien de nuestra cultura, de nuestra propia identidad no sólo de Ayacucho, del Perú sino de toda América y lo peor si no tienen pruebas, es mejor callarse y no criticar lo que no se investiga.

En conclusión: , ninguno de los autores mencionados líneas arriba, que han realizado investigaciones históricas serias, como Jorge Basadre, Carlos Wiesse, Jaime Urrutía, Luís G. Lumbreras, entre otros niegan la batalla de Ayacucho; y además los mismos protagonistas de dicho acontecimiento histórico, como el General realista, Andrés García Camba, el Teniente realista Manuel de la Haza, el General Jerónimo Valdés, entre otros oficiales así como oficiales patriotas: José María Córdoba, Manuel Antonio López, Guillermo Miller, Juan Basilio Cortegana, Antonio José de Sucre, Simón Bolívar; el soldado Pantaleón Barahona, Juan Alarcón, entre otros soldados que escriben sobre la batalla de Ayacucho, no la niegan. Nuestra investigación es haberles presentado las diversas versiones patriotas y realistas, de los que ocurrió en la Batalla de Ayacucho de 1824, siendo la de mayor objetividad la del General español Andrés García Camba que escribió sus memorias en 1846, protagonista de la Batalla del 9 de diciembre de 1824. Entonces queda zanjado que la Batalla de Ayacucho del día jueves 9 de diciembre de 1824, si llevo a cabo y que no fue un simulacro, sino que fue una verdadera batalla como lo han confirmado sus protagonistas.

Sí hubo batalla, ¿dónde están enterrados los soldados caídos el 9 de diciembre de 1824? ¿Dónde fueron enterrados?

Estas son las preguntas más polémica que hasta el día de hoy, hace dudar a docentes universitarios, profesores de institutos, escuelas y colegios; a jóvenes estudiantes y al ciudadano común de Ayacucho sobre la histórica batalla y que muchos intelectuales durante más de 20 años no han podido responderla, por falta de investigación o porque simplemente eran aficionados a la historia o por miedo a equivocarse o porque nunca consultaron las fuentes documentales; pero, ellos saben que lo más interesante es la crítica histórica donde los historiadores basan sus fundamentos en el documento escrito. Estos documentos están en los archivos regionales y también en los militares.

¿Dónde están enterrados los soldados muertos y sus huesos de los que lucharon el 9 de diciembre de 1824? Según, Manuel Jesús Pozo, manifiesta “que la batalla del 9 de diciembre, resultaron heridos 700 realistas y 600 patriotas, a este número había también algunos abandonados en la pampa. Era necesario llevarlos a un lugar cubierto y esto fue el TEMPLO DE QUINUA que se convirtió en hospital de sangre, donde fueron trasladados los soldados heridos de ambos bandos. Otros fueron “hospitalizados” en las casas de algunos vecinos de Quinua. Los indígenas de Quinua trasladaron a los heridos también a Huamanga; estos heridos fueron trasladados en armatostes que se conoce con el nombre indígena de CHACANAS que es una especie de “camilla”, las que se rellenan con ramas, hojas, ropa de desecho, para trasladar muertos o heridos. ¿Dónde se atendieron tantos heridos? En Huamanga fue el Templo y Hospital de San Juan de Dios. El General Sucre ordenó que se acomodasen en el hospital, un buen número de heridos. Después mando hacer una relación de las familias más importantes de la ciudad. Conforme a las posibilidades económicas de cada una de ellas, les asignó con deberes de hospitalización, cierto número de heridos. Muchas mujeres huamanguinas, poseídas de caridad cristiana, cumplieron el doble cometido que se les dio, de medicinar y atender a los heridos. Según Pozo en la casa de sus abuelos se les atendió algunos heridos: 1 comandantes, 2 españoles y 2 patriotas, uno de ellos fue don Ramón Castilla (Pozo, 1949, pp. 30-32).

Sobre el camposanto de Ayacucho, se sabe que, en la tienda de campaña del General Sucre, se redactó parte de la capitulación y a inmediaciones de la dicha tienda Sucre ordeno la INHUMACIÓN DE LOS MUERTOS de la batalla de Ayacucho. De igual forma muchos soldados heridos murieron en el templo de Quinua y fueron enterrados en dicho templo; así como en las casas de algunos vecinos de Quinua; esto mismo ocurrió en Huamanga donde fueron enterrados en el Templo y hospital de San Juan de Dios y en casa particulares. Otros soldados heridos, que murieron cuando fueron trasladados a Huamanga, fueron enterrados en los caminos. ¿Por qué se enterraron en dichos lugares y no en un cementerio? Para aquella época aún no existían los cementerios en Quinua y mucho menos en Huamanga. El cementerio en Huamanga recién se va a construir en 1826 aproximadamente; por eso los templos y casas de los vecinos se convirtieron en ese momento en cementerios improvisados.

Por otro lado, el propio General Realista Andrés García Camba, que fue protagonista de la batalla de Ayacucho, responde sobre los muertos del 9 de diciembre de 1824, en su libro: “Memoria para la historia de las armas españolas en el Perú” en la página 262, dice: “NO ES POSIBLE ASEGURAR SI HAY EXACTITUD EN EL NÚMERO DE MUERTOS Y HERIDOS de una y otra parte”. Como se puede apreciar, el mismo García Camba NO NIEGA que hubo soldados muertos en la batalla, sino que él está disconforme con el número de soldado muertos ese día, ya que como dice el general nadie los contó y sólo se tuvo referencia de los cadáveres en el campo de batalla.

En las memorias del General Manuel Antonio López, se inserta unos hechos importantes sobre los soldados muertos en plena batalla, que él, general describe: “…Al punto mismo de ponerse en marcha el Vencedor para reforzar a los peruanos, el ya nombrado José Sevilla, teniente de aquel cuerpo, fue herido de muerte (…) La bala pareció buscarlo y escogerlo, pues penetró hasta él cuando se encontraba en el centro de la columna, y lo pasó por el hígado. Como ese era mi batallón, lo vi caer (…) A mi regreso de lo alto, después de la batalla, era ya un cadáver. El teniente Prieto se adelantó á Sevilla. La primera bala de los cazadores españoles que alcanzó al batallón Pichincha, acabando de mandársele ¡Firmes! por la derecha, alinearse, lo hirió en la frente, y cayó muerto…” (López, 1878)

Asimismo, José De La Riva Agüero (1912), escribe: “De Quinua se asciende a la pequeña pampa de Ayacucho (…) Al este lo encierran las prietas y abruptas vertientes del Condorcunca (voz o garganta) (…) A un costado se abre el seco barranco del Jatunhuayco (gran torrentera), al norte, el estrecho valle de Ventamayu, con un riachuelo sombreado de molles y una capillita, destruida o inconclusa, bajo la advocación de San Cristóbal (Capilla de la Pampa de Ayacucho). En la misma pampa, hay un rancho; y en el centro de la pampa está el paupérrimo y enfático monumento, que parece de yeso. Recogimos en el campo algunas balas, de las muchas que allí quedan. Los pobladores de Quinua las venden a los viajeros. No hay porque desfigurar la historia: Ayacucho, en nuestra conciencia nacional, es un combate civil entre dos bandos, asistidos cada uno por auxiliares forasteros” (Rivera, 2004, p. 153)

Además, cuando se inicia la construcción de la carretera Ayacucho-Quinua-Tambo, con motivo del Plan Vial del presidente Augusto B. Leguía en 1922, se encontraron restos de huesos y uniformes de soldados que lucharon en dicha batalla de Ayacucho como también balas y otros pertrechos bélicos. De igual forma en la nueva construcción de la carretera Ayacucho-Quinua para celebrar el Sesquicentenario de la Batalla de Ayacucho en 1974, también se hallaron restos de osamentas y muchas armas que ahora están conservadas en los museos militares de Lima y algunas en nuestro museo del pueblo de Quinua. Para confirmar todo esto, en el programa formulado por la Comisión Pro-Centenario de la Batalla de Ayacucho en 1924 y conformada por los señores Villazán, César Elguera, C. Palma, Zapater, Dávalos Lisson, M. Bonilla, M.G. Masías, A. Patiño y J. Barboza, se formuló lo siguiente programa: Capítulo II: Terminar las obras públicas en actual construcción, como el Palacio Legislativo, el Palacio Arzobispal en Lima.

EN AYACUCHO:

Utilizar los servicios del Comité Pro-Centenario de las Batalla de Ayacucho, para conseguir casa, para el alojamiento de las delegaciones visitantes a la ciudad. Intensificar los trabajos de la carretera la Mejorada-Ayacucho. Construir pabellones en el cuartel Santa Catalina para alojamiento de las tropas bolivarianas invitadas. Preparar un OSARIO (Lugar en que se echan los huesos sacados de las sepulturas), ya sea en el cementerio o en algún templo de Ayacucho. Importar lista

EN QUINUA

Arreglar la carretera de Ayacucho-Quinua. Explorar en el campo de batalla para recoger las osamentas que hallan en él y los objetos que puedan servir como trofeos o recuerdos y trasladar dichas osamentas que se encuentren al osario preparado en Ayacucho. Concluir la obra de la capilla en el campo de Batalla (Vivanco, 1924, p. 2). Importar lista

Por otro lado, el R. P. Pedro Mañaricua, escribe: “(…) El Hospital de San Juan de Dios se llenaba en esos casos, y muchos soldados enfermos eran atendidos en casas particulares. Esto pasó de manera especial al día siguiente de la Batalla de Ayacucho (10 diciembre)” (Mañaricua, 1941, p. 38-39). El Dr. Tomás Lama, hijo ilustre de esta ciudad, nos dice: “(…) y lo que más impresión me causó una serie inacabable de CAMILLAS QUE PASABAN POR DELANTE DE MI CASA SITUADA EN LA PLAZA MAYOR, QUE CONDUCÍAN A LOS HERIDOS DEL CAMPO DE BATALLA (de Ayacucho) a los hospitales de sangre” (Lama, 1901, p. vi).

Luís Milon Bendezú, intelectual huamanguino nos aclara mejor el panorama de lo que afirmamos, “sí el traslado de heridos fue en chacanas indígenas y que no pudo ser el traslado de más 1,300 heridos donde se emplea cuatro cargadores, no pudo ser en un solo día, por la cantidad de soldados de ambos ejércitos sino porqué había que prevenir deficiencias naturales de medios de vida dificultades propia de las incomodidades de las vías de comunicación. Dichas razones explican claramente que la movilización de tropa del campo de Ayacucho a la ciudad de Huamanga tuvo que realizarse en días consecutivos, y posiblemente el 14 fue el día que le tocó movilizarse al coronel Manuel Antonio López en su condición de miembro del Estado Mayor Libertador” (Milón, 1952, p. 8-9). Por otro lado, Milón tienen razón al decir que en un sólo día no se podía trasladar tantos heridos y cadáveres a la vez, por lo tanto, eso se hizo en varios días, además por las dificultades del camino de aquellos tiempos era imposible hacerlo en un solo día; así que aquí tenemos la confirmación de que se trajeron heridos y que en el camino se fueron muriendo algunos los cuales fueron enterrados, como cualquier soldado sin ceremonias ni misas ni siquiera una buena sepultura, pero eran tiempos de guerra, tiempos de conflictos; cuando los heridos llegaron a la ciudad de Huamanga estos fueron atendidos en el hospital San Juan de Dios y otros en casa particulares; algunos fallecieron y fueron enterrados en el mismo hospital y otros en dichas casas donde fueron atendidos; las cosas se dieron de ese modo y como lo volvemos a decir, no existía el cementerio público para aquel año, pero sí cementerios adosados a los diversos templos, donde pudieron también ser enterrados aquellos soldados de ambos ejércitos.

Entonces, que duda podemos tener de los muertos y heridos de la Batalla de Ayacucho, no sólo porque lo refiere Manuel Jesús del Pozo y el Padre Pedro Mañaricua, sino del Dr. Tomás Lama, testigo presencial que vio a los heridos que pasaban por su casa; sino que también son los realistas que escribieron su memoria sobre la Batalla de Ayacucho de 1824, como Andrés García Camba, Jerónimo Valdés, Juan Antonio Monet, entre otros que no niegan los muertos que hubo en dicha batalla. Todo esto reafirma y confirma la pregunta sobre los soldados muertos en la histórica batalla de Ayacucho.

¡Ojalá! podamos haber contribuido en algo sobre este polémico tema, tan manoseado por diversos intelectuales que seguramente seguirán dudando de los muertos de la batalla o de la misma batalla de Ayacucho.

1825: Los jefes realistas vencidos en Ayacucho llegan a España y dan su versión de los acontecimientos al Rey Fernando VII.

Entre el 10 de diciembre hasta el 20, Huamanga tuvo una sobrepoblación bien considerable de militares. La preocupación de Sucre era que los alimentos escaseaban por la cantidad de soldados y el agua hacia falta. Entonces fue necesario descongestionar la pequeña ciudad. Las unidades del ejército patriota sucesivamente emprendieron marcha hacia el sur, en este orden: el batallón N° 1, y la división peruana el 12 de diciembre, la división del General Córdoba, el 14 la división del General Lara, el 16 el General Sucre y el resto de las tropas, el 20. En Huamanga, solo quedó el Escuadrón Granadero de los Andes (…). Las primeras noticias del llamado desastre de Ayacucho llegaron a España como rumores procedentes de Gran Bretaña desde donde el ministro español Camilo Gutiérrez de los Ríos había escrito a su gobierno que el ministro de Asuntos Exteriores de ese país, George Canning, le había comunicado la noticia "nada menos que de un triunfo completo del rebelde Bolívar sobre el ejército realista del Perú". La confirmación de este rumor llegó a España en mayo de 1825 con el coronel José María Casariego quien procedente del Perú portaba los pliegos mandados por el virrey La Serna.

Es importante agregar, sobre la Batalla de Ayacucho como fueron recibidos los realistas en España, según la versión del español General Andrés García Camba: “El 6 de enero de 1825 la fragata mercante francesa “Hernestine” que, con destino a Europa, conducía al Virrey La Serna y otros jefes, empelados y pasajeros; también los buques españoles “Corbeta” y “Bergantín Pezuela”, con jefes, oficiales, algunos individuos de tropa y varias familias. Estos dos buques navegaron a Cádiz y la fragata francesa entró en río-Janeiro a los 60 días de haber zarpado de la caleta de Quilca, y como el estado de salud La Serna era delicado todavía a causa de sus heridas; tuvo un ataque de parálisis en el Janeiro, que puso en mucho peligro su vida. Los Generales La Serna, Canterac, Valdés, Carratalá, Villalabos y otros jefes se dirigieron a Burdeos, trasladándose luego a España, y el primero paso a Madrid donde el Rey Fernando le recibió con bondad S. M. quiso oír de su boca una reseña de los últimos ruidoso acontecimiento del Perú: expúlsale La Serna, sucinta, pero fielmente, su conducta en el gobierno español de aquel reino y en el mando de sus armas, así como la de sus leales subordinados hasta el desenlace de Ayacucho, que selló con su propia sangre. Óyele, S. M. con benévola atención, le despidió con muestras claras de su real consideración y se designó por sí mismo señalarle a Madrid por cuartel” (García, 1846, p. 320-327).

Esto demuestra entonces, que estando el Virrey La Serna en España nunca negó la realización de la Batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824; aceptó su derrota y los españoles perdieron la colonia más importante de España: el Perú. En este caso, nos debemos preguntar ¿Qué razón tenía La Serna para mentirle al Rey Fernando sobre la Batalla de Ayacucho? ¿Por qué el virrey y los demás oficiales realistas no le dijeron al Rey Fernando VII que todo había sido un simulacro y no una batalla? Simplemente, porque la batalla de Ayacucho de 1824 si se dio y no había motivos para negar su derrota, el Virrey La Serna sabía, que el 9 de diciembre de 1824 en la Pampa de Ayacucho, que ellos perdieron la batalla.

García Camba en sus conclusiones, agrega. “Los jefes, oficiales y demás pasajeros que conducían la Corbeta “Ica” y el “Bergatín Pezuela”, fueron los primeros que, procedentes del Perú llegaron a España después de la rota de Ayacucho. Era natural que se ansíese conocer los pormenores de tan grave como inesperado suceso. Llenos todavía los españoles de los escombros triunfos obtenidos en el Perú en 1822 y 1823, que había merecido grandes aprobación y grandes aplausos a los vencedores hasta en los teatros de Madrid, la completa derrota del mismo ejército en Ayacucho era apenas creíble y causaba por lo tanto su noticia la más inexplicable sensación.

Traición de Ayacucho: hubo quien llamarle a esta sangrienta jornada (…) El ejército real del Perú fue acusado de profesar ideas liberales disolventes. Olañeta en su manifiesto de 20 de junio de 1824 llamaba a La Serna y a sus fieles subordinados constitucionales, enemigos del altar y del trono, jacobinos, desmoralizados, etc Por eso fue que al presentarse al General Gibaltar y algunos jefes y oficiales del ejército del Perú, que acababan de desembarcar en aquella plaza, les dijesen: “Señores, con que aquello se perdió masónicamente”; “aquello se perdió, mi General, como se pierden las batallas” le contestó muy sentidamente el respetable brigadier don Francisco de Mendizábal, ingeniero distinguido. La gaceta que se publicaba en español en Bayona de Francia se permitió decir que el ejército español del Perú había sido vencido en Ayacucho.

Como se aprecia, lo dicho por el protagonista español General Andrés G. Camba, a pesar que en España no estaban conformes con la perdida de la colonia más importante del ese reino, como era el Perú, no faltaron los “insultos” y seguramente los malos comentarios hacia los realistas vencidos el 9 de diciembre de 1824; pero como se puede leer, ellos contestaron la verdad: que la batalla se perdió como se perdían las grandes batallas en la lucha, en el combate y no masónicamente, como se los dijeron a los vencidos.

El 17 de mayo la Gaceta de Madrid, publicaba que no había una confirmación oficial de los hechos y que las fuerzas realistas se estaban recuperando. Sin embargo, con la llegada de los primeros oficiales capitulados en Ayacucho estas esperanzas se desvanecieron. Ante lo inesperado de la derrota de un ejército cuyas noticias recibidas el año anterior reportaban solo victorias algunos medios de prensa publicaron entonces que la batalla había sido perdida por traición acusando a los jefes realistas de masónicos y liberales. En adelante todos ellos serían conocidos despectivamente como "Ayacuchos" y aunque la corona les confió cargos altos y de confianza, este mote perduraría en el tiempo. Recomendamos a nuestros lectores, tener siempre presente que el epíteto realista era en América sinónimo de español, y valía tanto como decir defensor y partidario de los intereses y derechos de la España..." Gral. Andrés García Camba.

Altos oficiales españoles como Andrés García Camba y Jerónimo Valdés dedicaron la redacción de sus Memorias sobre la guerra de independencia peruana a defenderse del epíteto de ineptos, cobardes e incluso traidores que recibían de parte de la sociedad española (…) Un escrito publicado en Londres en 1829, se pregunta ¿Cómo este ejército acostumbrado a vencer con fuerza inferior a las de sus enemigos, vino a sucumbir y desaparecer el 9 de diciembre de 1824 en Ayacucho, cuando Antonio J. de Sucre se hallaba en los mayores apuros y cuando contaba con mucho menor fuerzas que La Serna? Otros gaceteros del gobierno de Madrid han asegurado que el ejército español del Perú fue vencido en Ayacucho y obligado a dar una explicación de quienes fuesen los vencedores, se encontraron en gran aprieto (Véase Las Gacetas de Bayona de 19 de enero y 14 de mayo de 1829). Como se puede leer, hasta el año de 1829 en Londres-Inglaterra se preguntaban porque se perdió esa batalla de 1824 y no concebían que un ejército tan poderoso halla perdido; pero en fin, tuvieron que aceptarlo ya que en la misma España, después de 5 años ya habían “asimilado en algo” esa pérdida de la colonia más importante para su reino.

Ahora que hemos concluido estos temas, es necesario preguntarse ¿Por qué hasta 1829 los intelectuales, militares, o el propio Rey, no se pronunciaron sobre la supuesta batalla de Ayacucho de 1824? o ¿Porqué La Serna, Valdés, Monet, Carratalá, Villalobos entre otros protagonistas de la Batalla de Ayacucho no denunciaron la falsedad de ese acontecimiento de 1824? ¿Acaso temían algo? ¿Qué tenían que perder o ganar después de 2 o 4 años de los sucesos de Ayacucho? O ¿Por qué Valdés, García Camba, De La Haza, ¿no denunciaron esa falsa batalla de 1824? La respuesta es rápida, no pudieron porque ellos mismos en sus memorias reconocieron y describieron su derrota el 9 de diciembre de 1824 en la pampa de Ayacucho. Entonces, recomendamos a los que la niegan que vuelvan a releer dichas memorias que están publicadas.

La prensa, Europa y la Batalla de Ayacucho

“La prensa es la memoria de las realidades, de la opinión y la vida de los pueblos y por ello debe ser plural, autentica y libre".

No obstante, la distancia geográfica y la interposición de un inmenso océano entre los continentes, las comunicaciones entre España y sus colonias y, en general, entre América y Europa, se realizaban por vía marítima de la forma más pronta. No era extraño que una noticia se pudiese confiar a una embarcación inglesa y que la misma en tres o cuatro semanas fuese ya publicada por la prensa. La prensa es la memoria de las realidades, de la opinión y la vida de los pueblos y por ello debe ser plural, auténtica y libre. Interesante es observar entonces como en Europa fue conocida y destacada la célebre batalla de Ayacucho, en la cual se alcanzó la liberación definitiva del Perú y la consolidación de la independencia de América Latina, el 9 de diciembre de 1824, por la obra del genio militar de Antonio José de Sucre. Por ejemplo: El periódico “Le Constitutionnel” de Paris, el 27 de Enero de 1825, señalaba, que el 20 de Febrero, el mismo periódico, se señalaba la novedad extraordinaria siguiente: “Le Courier inglés del 17, que ha llegado por vía extraordinaria, reporta que, según letras de Buenos Aires del 6 de diciembre, la victoria completa de Bolívar se confirma, y que La Serna, Canterac y Valdés, se disponen a embarcarse en Intermedios para España…”, al mismo tiempo, se anunciaba la disposición del gobierno sueco de reconocer al igual que Inglaterra la independencia “de los nuevos Estados americanos”. Era pues la primera indicación acerca de la victoria de Ayacucho como acontecimiento trascendente en la política internacional. (…) De tan insigne clase, de tan noble naturaleza y tan señalada virtud fue el ser militar, el ser político, el ser patriótico del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, cuya lección perenne de grandeza y de desprendimiento se requiere aprender y se hace necesario cumplir para bien de Venezuela y de América (www.biografiajosedesucre).

La Batalla de Ayacucho: Hacia una visión de los vencidos

La historia oficial desdeñada las condiciones que caracterizan a nuestra patria y suelen marginar sucesos dolorosos, así como a los protagonistas populares. (…) el 9 de diciembre de 1824, (…) el Perú fue doblemente vencedor en la Batalla de Ayacucho. (…) El enunciado de estos conceptos obliga a recordar que en Ayacucho el llamado ejército “español” era mayoritariamente peruano. Los españoles integrantes de aquel ejército fueron una pequeña minoría, ni el seis por ciento del total (…) Los demás eran soldados quechuas, aimaras, mestizos y algunos sargentos negros (…) Por estas razones resulta factible sostener que, en cierta forma, gran parte de los peruanos quechuas, aimaras y mestizos, que combatieron forzadamente bajo el emblema del Rey de España, ganaron también, a su modo, la batalla de Ayacucho. Influidos por el surgente sentimiento de patria y arrastrados por ancestral rencor a todo lo hispánico, coadyuvaron notablemente al éxito patriota, al punto que resulta factible afirmar que, sin aquel extraño e imprevisto concurso, Sucre pudo haber perdido el encuentro. La capitulación: La historia censura a veces a Sucre por haber suscrito una Capitulación tan generosa. La verdad es que se requería que todos los españoles, liberales o no, se marchasen del Perú (www.lavisiondelosvencidos)

SIGNIFICADO DE LA HISTÓRICA BATALLA DE AYACUCHO DE 1824

La victoria de Ayacucho es obra heroica de combatientes patriotas procedentes de jucos países de Sudamérica, también de Inglaterra, Holanda y lo más increíble de España, bajo el mando del Cumanés de solo 29 años de edad, Don Antonio José de Sucre Alcalá, llamado a partir de esa fecha como el GRAN MARISCAL DE AYACUCHO, y que hoy, se le ha rendido un gran reconocimiento colocándole un monumento ecuestre en la Plaza Mayor de la ciudad capital de Ayacucho, como homenaje a su valor ya la defensa de esta región.

Así el Ejército Unido Libertador, triunfante se dirigió a Ayacucho, capital, la cual se vestía de gala para honrar el paso de los vencedores de Ayacucho. La ciudad se engalanaba, los balcones y ventanas estaban adornadas por hermosas sobrecamas de bocado de seda; en todo el trayecto que iba a recorrer el Ejército Patriota, se levantaron arcos triunfales adornados de plata. Hay que tener en cuenta, que una gran multitud acompañaba el recorrido de los vendedores juntamente con sus autoridades, aplaudiendo y dando vivas de ¡Viva el Perú! ¡Viva el Libertador! ¡Viva el General Sucre! ¡Viva el Ejército Unido Libertador!, las mujeres arrojaban flores y mucha gente lloraba de alegría de haber sido liberados del Ejército Realista; era increíble, ver a muchos niños (as) correr de tras del Ejército Patriota, sonriendo y saltando. Así fue el ingreso del Ejército Unido Libertador a la ciudad de Ayacucho, recibidos con el sonido de campanas de los templos más cercanos: Catedral, La Merced, Compañía, Santa Clara, Santo Domingo, San Francisco de Asís, San Francisco de Paula, San Juan de Dios, Santa Teresa, etc Así, los ayacuchanos, muestran su apoyo moral, pero también económico que rebasa la cantidad de un millón de pesos, que muchas familias acomodadas darán, conjuntamente, con muchas familias humildes, que colaboraron, aunque sea, con un peso. Muchos dicen que hasta los niños dieron su colaboración. Muchas monjitas y curas también colaboraron. Es decir, todo el pueblo se unió para apoyar a los vencedores de Ayacucho.

Con esta victoria del 9 de diciembre de 1924 quedó sellada POR SIEMPRE LA LIBERTAD DEL PERÚ Y DE AMÉRICA y se hizo en LA PAMPA DE AYACUCHO, de eso los ayacuchanos de toda la región deben estar orgullos, porque después de tres siglos de horror que vivieron nuestros compatriotas, quienes eran explotados por los tiranos conquistadores españoles, haciéndoles pagar tributos, explotándolos en las minas, obrajes, haciendas o enrolándolos a la fuerza en sus filas realistas, etc, se terminó en buena hora, el 9 de diciembre de 1824, en la histórica Pampa de Ayacucho. Ayacucho, ocupa un lugar de honor en el Perú y América, representa la Libertad, significa la confraternidad continental, símbolo de peruanidad. Hoy más nunca debemos los pueblos de América caminar juntos con un solo ideal. Revalorar nuestra identidad e historia, a través de la Batalla de Ayacucho. Finalmente, con la victoria de Ayacucho se selló toda la independencia de América del Sur. Por lo que Ayacucho, es símbolo de nuestros pueblos que se confirmaría con la declaración que se dio por mandato de la ley N° 24682, como LA CAPITAL DE LA EMANCIPACIÓN HISPANOAMERICANA. El 9 de diciembre, constituye un hito histórico de América, por cuanto es día culminó el proceso militar de la independencia del continente. Una gesta heroica de dimensión universal, que cada año se debe seguir recordando y mucho más en este BICENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHOI (1824-2024).

Hoy que está cerca el Bicentenario debemos reflexionar de cómo será nuestra participación, pero a la vez, el de comprender lo valioso que es el pasado para conocer nuestro presente, retomar las buenas obras que se hicieron en el Centenario y Sesquicentenario, y organizar mejor está celebración emblemática desde el poder político local; enseñándoles a nuestros ciudadanos que del pasado siempre se pueden sacar buenas lecciones para aplicarlas en el presente. “corresponde a la generación actual definir qué hacer y cómo participar en nuestro próximo Bicentenario” (Casalino, 2017, p. 80) de la Batalla de Ayacucho del 2024.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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ANEXO N° 01

TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA

Capitán de la tercera Compañía del Batallón N° 3 en la Batalla de Ayacucho. Aray. Sección: Protocolos Notariales. Legajo N° 203. Folio 7 (v) Años: 1862-1863. Notario Mariano Tuero.

TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA
Protocolos Notariales
TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA

TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA
Legajo N° 203. Folio 7
TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA

TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA
Notario Mariano Tuero
TESTAMENTO DE DON NARCISO TUDELA

ANEXO N° 02

PRISIONER DE LA ACCIÓN DE COLPAHUAICO.

Auto seguido por el Sargento Mayor del Ejército de Ayacucho, contra el Intendente Don José Ruiz de Ochoa representante del gobierno español, sobre cantidad de pesos. Aray. Sección: Juzgado de Primera Instancia. Causas Civiles. Legajo N° 02. Año 1825.

Sección: Juzgado de Primera Instancia.
Causas Civiles
Causas Civiles
Sección: Juzgado de Primera Instancia. Causas Civiles

Sección: Juzgado de Primera Instancia.
Causas Civiles
Legajo N° 02
Sección: Juzgado de Primera Instancia. Causas Civiles

Notas de autor

Email:josemariavasquezgonzales@hotmail.com

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